El juicio a la baleada/cuento


Un día cualquiera, una señora que vendía en la calle sus exquisitas baleadas dijo en voz alta
-No hay comida típica  hondureña más rica que éstas baleadas!-
Las comidas que estaban cerca de ella escucharon, el atol se ofendió y empezó a burbujear de purito enojo, pues se consideraba muy tradicional, exquisito y alimenticio.

Lo que no escuchaban los humanos era un tremendo barullo que se armó entre las comidas típicas del mercado, todas discutían que ellas eran las comidas típicas más sabrosas de Honduras, de hecho mientras argumentaban sus razones las rosquillas empezaron a inflarse en el aceite de tal forma que las señoras que las preparaban se quedaron sorprendidas de sus hermosas rosquillas, y no digamos el mondongo que exhalaba su tentador aroma, la cuajada, se cuajaba de tal forma que solamente tenían que vestirla con las hojas de plátano, en fin la guerra de las comidas era tal, que vino el anafre y la olla, a mediar la discusión y decidieron que ese día por la noche mientras sus hacedores descansaban, las comidas se reunirían, en el comedor de los anafres y las sopas, a discutir, quién de ellas es la comida típica más beneficiosa para los hondureños.

Ya todos y todas en el comedor muy calientitas por el enojo, dijo el atol solemne.

-Yo, han de reconocer que soy muy antiguo y exquisito y que me han servido tanto en comedores de reyes como en humildes covachas, exijo se me respete, la baleada es culpable de robo de identidad, quiere ser la reina de las comidas típicas cuando no lo es!- terminó el atol, y todas las comidas típicas que estaban celosas de la baleada, aplaudieron su discurso.

-El juez que a todas las comidas conocía le solicitó a la baleada que contestara sobre la acusación en su contra-

Ella respondió.

-Heme aquí en éste apuro, sin proponérmelo, no fue culpa mía que mi ama haya comentado enfrente de todas ustedes que yo era la más exquisita de las comidas típicas, pues es mi madre misma que me mira y me degusta con placer, es ella con sus manos que me da formas elástica y me coloca mis rellenos, el frijol, el queso y la mantequilla, o el huevo y aguacate, o la ensalada, en fin me coloca el sabor, igual que a ustedes comidas hermanas, en ningún momento pretendí ofender al atol, al mondongo y las tortillas, menos a las rosquillas, con las que somos primas, en fin anafre, yo no entiendo el malestar de mi familia, pues las he considerado hermanas.

-Es tu vanidad, además no eres tan sana- dijo el atol
-Padeces de un vicio tremendo por las grasas y la harina, engordas-
-Igual que mis hermanas las tajaditas de plátano, la yuca con chicharrón,las Rosquillas, las Tostacas, los rosquetes, las tortas, el pan de coco y hasta los pastelitos de chucho y no es usted señor atol tan severo con ellas, si estoy hecha de aceite pero no es por eso que me acusa y me denigra-
-Todos los días te sacuden las manos sucias de los humanos- agregó con voz silbante el atol.

-Y todos los días después de bañarme a palmadas me cuesen y de eso es testigo el propio juez, quién me limpia con el fuego-

El comal carraspeo y dijo

-Es verdad-
- Eres muy floja, dejas caer a los frijoles y a la mantequilla desde tu panza, la gente se mancha por tu falta de cuidado!-

-Igual le pasa a usted atol, sino fuera por las jícaras o esos vasos de plástico que tanto daño hacen al medio ambiente, usted señor atol ha hecho desastres en las vestimentas humanas-

El comedor del mercado, se llenó de murmullos, el atol se espesó de vergüenza, pues la baleada continuó y dijo.

-Yo nací de las manos de la pobreza, en esos días en que el frijol y la mantequilla eran más accesibles al paladar, no soy tan antigua como ustedes mis hermanas, nací en la costa, vengo de trigo igual que el pan de los señores que sometían a los campesinos, y si ellos me comían, lo hicieron con hambre y alegría pues tienen que reconocer que me esmeré en ser en sus bocas una exquisitez para calmar sus sinsabores y llenar lo más que puedo sus estómagos vacíos, quizás sea por eso que hoy, que he trabajado tanto por todos y todas, me prefieren muchos de los comensales, pues mi sabor no era restringido a quién podía comprar víveres o ingredientes finos, como para preparar un mondongo, un tamal, y hoy sigo siendo junto a las tajadas de plátano, de origen humilde, que tiene que nos quieran ahora los señores y las amas, ¿acaso no nacimos para alimentar y complacer?-

-En fin, todos y todas las comen en el mercado con denuedo, ya ven hoy, que ustedes comidas dieron sus más exquisitos sabores y aromas, fueron disfrutadas por igual, de hecho los cocineros se alegraron pues un milagro sucedió hoy en el mercado, las comidas quedaron en su punto, nada se quemó hoy, nada se pasó de ningún ingrediente o le faltó alguno. yo no veo diferencias, más que aquellas derivadas del paladar de los comensales, es decir; a mi no todos y todas me prefieren.
Muchas veces he escuchado halagos, para ustedes las sopas, para el tibio atol, buenos comentarios sobre las crujientes rosquillas o los exquisitos tamales bañaditos en limón, acaso no todos los días he escuchado hablar de la deliciosa y fría horchata, del dulce ayote, del pan de coco, siempre las halagan y sacan a relucir sus virtudes, algo que me alegra pues son mi familia, y hoy que alguien menciona mi nombre a todos y todas les ofende, ¿por qué?- dijo apesarada la frágil baleada
El comal junto a la olla se golpearon en la mesa a modo de llamar la atención, el comedor se llenó de pupusas temblorosas de emoción y tajaditas conmovidas, de hecho todas las comidas típicas del lugar exhalaron un aroma pesado de comprensión, el jurado que estaba compuesto por los utensilios, de cocina y las estufas, quedaron en silencio por un rato, discutieron el asunto y al ser llamados por el anafre y la olla, dijeron así:

-Las comidas deberán siempre de dar lo mejor de si, como lo ha hecho día a día la golpeada baleada, pues todas se deben a quiénes las crean cada día y reproducen sus vidas, hemos de manifestar que está fuera de nuestro alcance la salubridad de la elaboración de sus sabores y texturas, queda en manos del cocinero o cocinera ser más delicado, y que ningún comentario que se haga sobre ustedes comidas típicas no debe ser motivo de rencilla.-

Entonces declararon los jueces del caso, la olla y el anafre,

-!La baleada no es culpable, puede ser declarada una de nuestras más deliciosas comidas típicas!-

Esa noche, el comedor se llenó de comidas muy alegres y olorosas, al escuchar el veredicto, el ruido llamó la atención de un par de niños con hambre que despertaron, fue tanta la sorpresa de los pequeños al ver aquellas exquisiteces agradecieron a Dios su bondad y disfrutaron de las comidas de su país como en sus sueños

Comentarios

Entradas populares