Crítica sobre mi poesía escrita por la Ph D. Marisol Cárdenas O.
Marisol Cárdenas
Diana, la cazadora de palabras con raíz
Por Marisol Cárdenas O.
Antropóloga, poeta, especialista en retórica
metafórica
Agradezco
profundamente a la autora, amiga, creadora la invitación que por motivos
circunstanciales me impiden estar presente para leer estas palabras. Sin
embargo, aquí están nuestras amigas que
nos juntaron: las palabras son formas divinas que nos permiten comunicarnos en
ausencia que es presencia también, y ahora se sientan en mi lugar para expresar
a través de ellas algunas ideas sobre esta hermosa producción galardonada por
la Academia de la Lengua de Brasil, a la
obra prolífera y comunitariamente sensible de Diana Vallejo.
Así que
comenzaré con Las palabras de Diana
La
interpelación al otro desde la dialógica discursiva que propone Diana en su
poesía es sin duda lo que primero nos conecta con su obra, pues sus palabras no
solo cuentan historias, nos hacen partícipes de ellas, nos incluyen como
enunciatarios a los que se cuestiona, confronta, comenta, ofrece. De
ese modo la historia contada no es pasiva sino todo lo contrario, se convierte
en ofrenda, ritual de participación de todos los que pasamos de simples
observadores u escuchas a activos oferentes de la sagrada información y por
tanto, algo tendremos que hacer con ella.
Así se abre una cadena de sentidos que cada quien desde su posición
política, personal y comunitaria, y más que ética, desde sus valores y
emociones debe resolver. De ahí que lo interesante sea que este ritual se
realiza gracias al modo como ella comparte ese deseo: con belleza. La belleza y la sutileza de sus palabras son
un camino de seducción inconmensurable que nos llena de fortaleza para leer los
mensajes de nostalgia, de mujer fortaleza ante la adversidad, el nomadismo
entre la palabra y el silencio que nos configuran, a ella y a todos los que
alguna vez hemos visto nuestros derechos allenados, nuestros ríos violentados,
nuestra infancia sin voz. Y si, porque en la poesía de Diana, el yo siempre es
plural:
“Yo, plural,
me afincaré entre los días olvidados
sin historia, sin cola que pisar
me marcharé… “
En este
sentido, las metáforas que crea Diana Vallejo en su obra, tiene el poder de
acariciar la historia que está contada a través de ellas. Por ella transitan múltiples colores,
sonidos, ritmos, imágenes que nos transportan a los lugares y los hechos. El
poder de la metáfora se ve evidenciado en su obra y con ella, el ejercicio
político que transforma, empodera y conscientiza. Porque tomar una metáfora
puede ser como tomar un puñal y envestir el alma. Asumir esta estafeta también
es un asunto de don, de ese don que lo ejerce la o las comunidades a las que
pertenecemos y de la que alguna veces nos damos cuenta de su valía cuando
estamos afuera, en el exilio, en las fronteras que no son geográficas sino
justamente metafóricas. Quizás por ello es que Diana, ama la poesía como a sí
misma, como a las mujeres luchadoras que representa.
Las memorias de Diana
¿Cuantos
recuerdos tiene tejidos en la espalda de cada poema? Diana Vallejo configura un
mapa de personajes que son reales y que ella los transforma colocándoles la
vestimenta que los caracteriza para hacerlos bailar en su escenario. Así es
como podemos saber que Tito Polilla es parte de cualquier rincón del mundo, en
los mercados de México, Tegucigalpa, Cuenca, o inclusive más allá.
Otra
característica de este trabajo con la memoria que la autora recoge en este
libro es una mirada atenta, meditativa, que le permite leer a cualquier ser
como la morsa, en toda su semiosis metonímica, pues solo se vuelve un pretexto
para la mirada más aguda, prosopopéyica, simbólica que hace de este animal un ser
con mirada propia, con gesto social, con un plan.
Así es que
quizás Diana elabora sus propias memorias a través de la presentación de estos
personajes que son ella misma en última instancia, porque es la que los da
vida, los ve, los quema y los hace resucitar para informar de aquellos
microtiempos en que sus actos, sus miradas, sus silencios dijeron tanto pero
tanto, que hasta ahora se escuchan esos ecos.
Y aquí no
podemos dejar de mencionar su propia historia como mujer comunitaria, mujer comuna, que extraña sus familias sus
ríos, como aquel Río Blanco del Lenca a través del cual hablan los espíritus de
las niñas como Berta Cáceres, que ya se les unió.
Los deseos de Diana
Luego de leer
su Dromedario del Balcón Azul, sin duda surge la pregunta en torno a lo que
conllevan ellos. A dónde quiere llevarnos Diana con estas creaciones. Cuál es
su deseo más profundo. O lo que no es igual, qué vida propia late en cada uno
de ellos. Si, porque toda creación tiene una dimensión de vida autónoma. Y es
así que más allá de la autoría, cada poema sigue a su vez su propia errancia.
Es la que ahora les hizo arribar aquí a Cuenca, donde camina Chico Pared junto
a la morsa, Irse, el hijo es un sudario y muchos más para seducirnos con su
ritmo y la fuerza de su propia corporeidad.
Agradecemos a la autora por brindarnos estos amigos y amigas que nos
permiten vernos en nuestros propios espejos culturales, personales, comunitarios
a los que pertenecemos, sabemos que existen en carne propia, o quizás queremos
pertenecer?.
El deseo así como la poesía es inasible, corre como el agua entre
las manos de quienes en un aquí y ahora tenemos la suerte de escucharlos y
disfrutarlos.
Gracias amiga
hondureña, por ofrecer este altar de milagros para la vida, para seguir
luchando por la justicia, la equidad, la libertad, al amor pleno, desde el derecho
a las bellezas diversas, a los cuerpos alternos, vivos y muertos que nos constituyen
a todos con nuestra naturaleza, a nuestros ancestros, nuestros muertos, pero
también con nuestra respiración, aquella maravilla que nos recuerda que estamos
aquí por algo. En cada poema tu ofreces la vida como poesía, última función de
la misma. Eso Diana lo sabes, por ello
escribe, escribe, escribe con tu arco y respira!
Muchas Gracias.
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