Retrato /cuento escrito en 2013
Sentí la boca seca y sanguinolenta, los ojos no los podía cerrar, estaba muerta, pero atrapada en ese estanque de carne, venas y moscos, ¿qué hacer?.
Mire al agresor no se llevó nada solo me propinó su odio a
dentelladas blancas, es un joven de mirada fría, torcía su boca en una mueca de
desprecio hacia todos y dijo -¡Al fin te callas, fue tu culpa, te tuvimos que
callar!-.
Le miré todos los días en la esquina de la plaza, nunca fue importante
su presencia, nunca le hablé, nunca le sonreí, nunca me interesó
demasiado su bienestar, su nombre o su ausencia.
Günther, sicario, me miró los ojos ya opacos, su nombre me lo decía
en susurros, yo lo escuchaba, -Gunther Persopolis soy de la policía y no lo sabrás nunca- ,en
qué momento pasó, no hay tiempo en el terror, pero me morí, no debí escucharlo,
y escuchaba, luego me colocó con desgano y observó a mi cuerpo inerte, arrastró
el cuerpo y yo en él como canario sin
poder salir de él, sin posibilidades de acción.
Contemplé al asesino y a mis restos violentados y maltrechos, aquí
estoy, ¿cómo es eso?...él se alejó, trajo apresurado lo que pensé era un vestido,
resultó ser un mal saco, con el que sustituyeron mis ropas sucias, y decidió
dejarme en la hondonada cerca de la esquina
dónde Günther suele estar a diario,
sentí que rodé, junto a otros bultos, para escuchar el ruido seco de ramas y
hojas sobre mi helado cuerpo. Habían dos o tres más, mi pregunta era ¿viven? O están
como yo ahora, viva, viva, claro sin cuerpo que utilizar, pero viva, ¿ellos
estarían igual?
A medida que van pasando los días, verme en ese espejo roto, refleja
la poca salud de mi faz, mis piernas se van enflaqueciendo (algo que jamás
logre de viva) y se ahuecan cada día más allá de lo debido, mis
nalgas bamboleantes fueron dejándome
como la vanidad por ellas, el olor que expelía se confundía con los humores de
la calle, y me iba deshaciendo, me iban hartando los bichos, iba notando que la jaula iba desapareciéndome asombró
que nadie nos notara, nada olían peor
que repararan en mí, llegué a pensar que
mejor disimulaban.
Algunos miraban de reojo y
apresuraban el paso, una vez a una señora se le cayó un vuelto, rodaron
hasta mi cárcel de carne putrefacta, esa
moneda de diez centavos se incrustó entre lo que quedaba de mi dedo gordo y una
roca, me puse contenta, quería gritar que me librara, luego pensé –mejor no, quizás si me entierran
no podré salir de éste resto humano- pero fue inevitable, se armó un griterío a
mi alrededor , la señora gritaba con una voz chillona, sin respeto levantó mis
enaguas, y se fijó con una cara de
horror en mis restos. Günther que miraba todo desde la esquina opuesta de la
plaza, empezó a correr, sin pensar lo
seguí, al fin me salí del cuerpo más por el deseo de no perderlo de vista que
por otra cosa, huía de dónde me botó, llegué sobre él, lo adelanté, iba a cruzar una calle, quise verlo de frente
me coloqué justo a su paso para
interceptarlo, vi como de repente abrió
los ojos, me vio a los ojos con desesperación, en eso las luces de la patrulla me atravesaron como bólidos, arrollándolo, lo atropellaron.
Quedó allí, lo rodearon, él
se me acercó y tuve miedo, pero en ese instante, su silueta fantasmal, comenzó a contorsionarse, se llenó de llagas, sus
ojos, ya no eran ojos, se iba quedando gris, su boca fue costurada por unos
hilos que no pude ver, luego comenzó a retorcerse, empecé a ver y escuchar en el recinto gritos, gritos y
lamentos de otras personas quiénes como yo le pedimos piedad, me escuché a mí misma, yo fui su última víctima, pero
mis propios gritos se convertían en hebras que le herían sin fin,mis lágrimas lo sofocaban, puede volver a ver lo que pasó,
escuché y atestigüé cuando a ésta bestia cuando me mataba y a medida que iban
pasando los otros muertos de Günter, su espíritu se achicaba, pero no dejaba de lamentarse.
¡Daba alaridos!, todas las súplicas ignoradas por él, toda su propia crueldad, se sumaban a quemarlo, a morderlo y su fantasma se comenzaba a pulverizar, pero no dejaba de sufrir.
¡Daba alaridos!, todas las súplicas ignoradas por él, toda su propia crueldad, se sumaban a quemarlo, a morderlo y su fantasma se comenzaba a pulverizar, pero no dejaba de sufrir.
- Ha de ser horrendo lo que sufre- me dije, y me fijé en los otros, habían muchos, muchas, me hablaron --¿él te mató?- dijo una voz con esa voz que tanto extrañé, reconocí a Raúl, mi novio quién desapareció sin dejar rastro o explicación, ahora entendí porqué.
-¿Él
te mató?- le pregunté, asintió con la cabeza y me tomó de la mano, pude sentir su
energía de ternura, no tenemos piel, ¿será complicado amarse?.
Todos vimos
a n uestro miedo llamado Günther, desgarrado, triturado, hecho sólo e polvo, se levantó el viento quién se lo llevó fuera del limbo, lo acomodó como una mancha más en el espacio sucio de Tegucigalpa, él seguía siente todo, como los vivos, gime cuando lo pisa la gente o los autos, o cuando lo
arrastran los aires acondicionados, una y otra vez lo vuelven a torturar los
ventiladores, era horrible, todo lo lastima, pero no estaba solo, habían tantos otros, y otras, era ensordecedor, pedían, rogaban
compasión, perdón, y los vivos, sólo se percataban de los pitos, los
chirridos, los sonidos indefinibles y el molesto olor a gasolina quemada de los escapes.
Quisimos alejarnos,olvidar al tipejo, así que nos alejamos y saben, encontramos el famoso sendero de luz hacia una vida menos corpórea,
Günther junto a sus jefes los políticos del golpe, sólo serán parte de ese polvo que mi
familia sacuda de mi bonito retrato.
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