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Van más de cien tardes engavetadas en el tiempo
Mi patio es el único rincón inaccesible al tedio
Los libros y las muelas,
Los guisos y las risas
Los miedos y las rosquillas
Mis muertos y mis vivos
Todo se orea
Antes de que crociten las sombras.
Han sido más de cien infinitos días y millones de sombras
Dejados en la taberna del mar ocaso
Que me espuma en sin razones.
Mientras el polvo gesta tacos y plurales
Las astillas son, verdes y suaves, esféricas o estrelladas
Cuya savia aborta mangos por las tardes
y nuevas matas por la noche.
Pasan las pelusas serruchando el cocotero
y una sierpe clara con un desliz
intermitente, se asoma y escapa,
ella me teme más, yo elevo mis tobillos.
Se espesa mi mirada
Se arremansan las hojas atadas por el nido,
Sólo los pájaros vuelan lejos
tan lejos dentro de mí, como pasado.
Por un instante las cigarras
No cantan a pesar del viento
que congela la luz en un brillo acuoso
trasnochado en la nevera.
D. V.
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