En el rincón de los juegos

 


Fadia se arremolino en la esquina,  cada una de sus partes implosionaba de sorpresa, obedeció a su papá,  así que su cuerpo delgadito y liviano,  quedó  camuflado por el sofá, ella agarró un peluche, su amigo Fyedor.

-No temas Fyedor, no temas, la abuela nos tendrá chocolate, no se te ocurra querer ver por la ventana-

-¿Ves los que pasa?, mira a papá.- Dijo la niña con su carita ceniza, sólo una lágrima iba marcando un surco tan oscuro como sus hermosos ojos  y señaló con medio índice a su papá-

-¿Lo ves Fyedor?,  vos sos ruso, ¿comprendes que no queremos gente mala, gente monocromática?.-

-Ellos Fyedor, no te querrían por viejecito, por cualquier cosa, pero yo sí te quiero Fyedor y mucho- 

-Dice mi papá, que son como las viejas teles en blanco y negro, ¿verdad pá? ¿Pá?- y otra lágrima bajó de su ojo izquierdo, rayando con tizón su cara. 

-Papá  no habla mucho  Fyedor, no te muevas, ahorita escucho a las licuadoras pájaro, shhhhh-

-Shhhhh, quédate quieto Fyedor, no te asustes, mi pá está aquí con nosotros, velo ahí-

-No tengas miedo Fyedor, yo cerraré los ojos – y lo apretó a su pequeño pecho de tela ajedrez.

-¿Qué dices Fyedor,  también estás bien portadito como papá?- 

-Fyodor, mi papá esta igual a vos, no cierra los ojos, espera a que se vayan las licuadoras, no hables,-

-¡Pá, estoy hecha un caracol, ves no me he movido!- y miró que la miraba.

-Igual que vos, no habla papá, es que hay que estar calladitos Fyedor-

Fadia  miró a su papá, fijamente, lo miró para que la notara, su papá no era así de frío,

 Tampoco era gordo, pero  engordaba más y más,  Fadia lo miraba y encendía sus ojos a tal punto que la tarde se carbonizó pronto sobre la panza de papá.

-¿Pá me muevo? Ya no se escuchan las licuadoras pájaro.- dijo tan tranquila como el pasado.

-Pá tengo hambre.- repentinamente se iluminó el cielo y la cascada de tambores y estruendos rebotaban y daban vueltas a todo, como cuando ella revuelve su ropa y sus juguetes.

Fadia, se cansó de esperar que su papá dejara las bromas, y poco a poco dejó de ser el nudo que él le enseñó a ser, estiró sus brazos cortos, y flacos, se incorporó como una planta de haba, viendo que su papá seguía jugando, lo dejó ganar.

Fadia  caminó hacia la cocina,  comió un pan duro, tomó un vaso con algo de agua, mientras observaba que en su asiento había mucha arena, como en las playas.

Tomó a Fyedor de la manita de muñeco, y le dijo.

-Fyedor ¿Ya te diste cuenta que papá no se bañó?-  sacudiendo su mano frente a su nariz lastimada.

-¡Yeskov, Yeskov!.- entraron los vecinos, al destartalado espacio, su tía se abalanzó sobre su padre, mientras daba un grito que partió su infancia, antes de su tía todo sólo era su papá, ella y Fyedor jugando a las estatuas.

-Fadia- y antes de terminar Sulema, la tenía presa entre sus brazos y lloraba, lloraba descosida y pujando palabras. 

-Fadia, Fadia, Fadia- repetía sin descanso.

Le tomó la mano, la encaminó sobre el ganador, la llevó a la puerta principal, y se fue con la vida llena de polvo y su papá quiso seguir jugando...

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