Días de oficina
Desde el techo al suelo,
la pared
no tiene color de cielo
ni de nubes arrumbadas,
ni de olores de azahar.
Esos recuerdos de campo,
cacareos madrugadores,
nos atisban ,
me sorprenden, me decantan
en los últimos oficios de la gerencia de los sueños
hay que imprimir las danzas,
y hornear el café de los sonámbulos.
acá la oficina,
la fábrica de los vivires
en masa,
que no se opone
a los escapes,
que se tumben las ardillas
para enraizar a los magos.
Desde la puerta al llavín,
mi corazón medita
en la ubre del río
y me sumerjo
para paladear las sobras del rumor
mis ganas de volar,
mi vida acuática y de silencios en colores.
Dejo morir las flores
para volverlas papalotes en tus ojos,
vivas en tu pecho,
antes de pie en la hierba,
es mi piel que se acomoda a las rutinas
y se hace tierra, o madera sonora.
voy resurgiendo, soy musgo…
Veo esa transparente ventana
que sella la mirada,
la traspaso,
atrapo esas concavidades
regordetas que aletean con sus menudas existencias
los icónicos vientos,
temerarias,
duermen en bordados
de alta tensión,
y nada las espanta…
Mi trabajo,
es recitar
nuevos brujos
brujas estelares
que acunen con gozo
a las soñadoras perpetuas
a los diábolos hipnóticos,
a las risas bondadosas,
hemos de triunfar.
Escrito por:
Diana Vallejo
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