Aquí y ahora





Esta la poesía,

según

bajo el periódico enfermo de altisonantes

la barrí fuera de mi piel

porque se porta mal soñando carabelas

y me usa de capitana en sus batallas.



La puse afuera,

para que se se queme labrando el sol,

así podrá otear milpas

y esa niñez ceniza en la labor,

todo el silencio

retumbando en sus miradas.


Dejé a la susodicha

hilando lirios y margaritas para que se ocupe un rato

le dejé la labor de tornasolar las tardes

la hice aprendiz de bailarina,

de la irreverente fuga de suspiros

que despeinan las copas de los árboles

esos que se atreven a existir en el imperio de las armas,

han de triunfar.


Así que,

dejé a la poesía por ahí,

y rezuma

desde mi llanto callado

desde mi risa ligera

desde mi compasión obcecada

o de mi vida observando

las calles desiertas de la banalidad.


Por eso no la ven ahora, tiritando gusanos espaciales

en los lapidarios montajes del Ego

no la verán más

devorando escenarios

ni remontando verbos en desuso

porque ya aprendió,

a estarse quieta, con el alma en vilo

ante la inmensidad que remonta.

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