Antes que nada, le agradezco  a Johanna Burgos, amiga cósmica y multifacética, el haberme regalado tan exquisito libro, si no te lo había dicho es que me he tomado el tiempo para viajar desde él y hoy tristemente se me acabaron las cuenta cuentos.


No soy una crítica literaria, no pretendo tal labor, pero quiero ejercitar el derecho de contar desde donde existo, los debates que se han abierto sin permiso u oposición en mi consciencia.


Hablarè sobre los  hallazgos, apreciaciones, sin intenciones académicas, sólo son preguntas a la antologadora, a las autoras, a mí misma, a las similitudes, a lo recurrente, a esta comarca accidentada y delgada como los cintos y cavilaciones de una mujer, una mujer plural, esa que conocemos como TODAS Y UNA A LA VEZ. 


Hoy rezuman mis neuronas dichas  historias, capa tras capa, hoja tras hoja, hilando un istmo visto y sentipensado, imaginado, recreado, dolido por mujeres de  orígenes primigenios, que dieron vida a los y las personajes tan variopintos  en cada uno de sus cuentos. 


La antología me ha  develado una  latinoamérica candorosa e inexpugnable que ha mellado mi porosidad, mi halo de aliento, son todas  aluxes de la pluma; unas llenas de colores, algunas  desde los cuerpos masculinos y la comunidad LGTBIQ+, otras desde el escarnio, la sordidez, la depresión, el delirio, el deseo de matar y el amor, la introspección, la irrealidad, la abnegación, pero todas prolijas.


Me adentré en  el secreto, el dolor  y la paciencia, como en  Enseres del Hogar de Carmen Ortega o La cinta roja de Eugenia Ramos,   a veces desmitifican  los abandonos, los peculiares olvidos del tiempo y por el tiempo, la construcción de lo ínfimo, la piel como casa, como en Humedades de Eva Arriola o Diálogos infecundos de Patricia Lovos, el hastío de la urbanidad tan masiva, peligrosa y anónima como en Fuera de foco de Madeline Mendieta, o tan descarnada, cruel o delirante como en Casting de Michelle Recinos o Correr desnuda de Jessica Isla, o escapista como en Elisa y el mar de Gloria Hernández.


No puedo negar la desazón que me provocó el libro, las mujeres tejidas, e incluso los hombres, pasan a través del conflicto de la cultura patriarcal, violenta, silenciada, sórdida, pocas mujeres son absolutamente dueñas de sí, uno tres o cuatro  personajes encontré, fuera del contexto fatal de la inercia, del desprecio al estado vulnerado del cuerpo femenino, es decir, el cuerpo hiere, se hiere, se sufre, desde el carácter de los personajes, pero hay sus excepciones, y hasta la fiesta por el cuerpo o la ausencia de él fueron, no negaré como lectora esperanzadores y jocosos, como Maritza, ninfómana feliz, o las fuertes mujeres beliceñas, extrañeza en medio del pantanal, no sé si fue intención de la antologadora o es Per se, la voz colectiva manifiesta a lo largo del istmo. 


Hay mujeres que envejecen, que se asquean, hombres femeninos, hay otras ceñidas a la praxis cultural desde sus bifurcaciones psicológicas, navegantes de ese mar llamado cuento,  he de declarar que me habitan, inquietando a mi corazón, razonando sus oquedades tan fragmentadas por los supuestos que habitamos. 


Si bien el libro tiene voces muy dispares, con tratamientos distintos, la cultura, los parajes, lo irreal, los quehaceres, las añoranzas,  el viento y el hombre, en general no se nombran, son anónimos, extraviados, deshilados por el contexto, o muy humildes o muy militarescos, se presentan reiterativamente a lo largo del compendio de cuentos, excepto en  cuatro cuentos; uno es un amante, un enamorado y enfermo por el rastro del olfato, un abuelo amante esposo y padre perdiendo la memoria, pero rara vez tienen un nombre, más parecen sueños, extraña coincidencia, hay apellidos, pero los nombres de los hombres no son comunes, excepto si son hijos de, vecinos, o el egocéntrico cineasta.


A lo largo del libro la violencia, el abuso, la muerte, la tristeza, la rebeldía, la decisión, y un constante hábitat familiar, una casa, un hogar, una habitación, una ventana, una puerta y el silencio, recrean, una geografía aún sometida a la tradición, hay reiterativamente violaciones, estupro, escapismo, un poder desde la fuerza bruta en contra de nosotras.


Uno de los cuentos que más me sorprendió, desde el plano que se construyó, la delicadeza y el desenlace inescrutable, delicadamente entreabre puertas y preguntas es el de: Oficios inesperados de Nicté García, denuncia y sutileza, mala suerte, mal rollo, y por supuesto un tratamiento cinematográfico excepcional, es un cuento de una tensión compulsiva, llena de colores, a lo Warhol.


¿O cómo no mencionar los guisos y remedios de Miss Harrington?, la curadora del libro, la mujer festiva, muy bien llevada, creadora, inmensidad en el amor, un amor simple, sin tropiezos o sospechas. 


En resumen, el libro me encantó, me llenó de expectativas, leernos es un acto de soberanía. Gracias a todas. 





Comentarios

Entradas populares